En el camino que conduce a la ermita de Tavernes, un valle tranquilo, en el límite entre los campos de naranjos y el bosque de pinos. Un lugar para disfrutar de las vistas del mar mediterráneo, ocultándose de la visuales de la edificación.
Un camino en sombra, que bordea la montaña, bajo los pinos, conduce por primera vez al edificio. Un camino entre naranjos da acceso a los paseantes.
La topografía del lugar y la obtención de vistas van dislocando las piezas del programa, conformando una serie de plataformas abancaladas que estructuran las diversas funciones.
Unas pasarelas en el bosque conducen hasta las habitaciones protegiendo la privacidad de sus usuarios. Se escalonan en altura adaptándose al perfil de la topografía. En las habitaciones, la centralidad de su disposición enfatiza las vistas enmarcadas.